EL PROPÓSITO DE LA VIDA

Aquí presentaremos la respuesta del Islam a la segunda de las grandes preguntas que inevitablemente toda persona se plantea en algún momento: ¿Cuál es el propósito de estar aquí?

La primera pregunta que nos planteamos y respondimos en el artículo anterior fue ¿Quién nos ha creado?  Y concluimos, espero que estéis de acuerdo, que el Creador sea Dios.  Así como nosotros somos creación, Dios es El Creador.
Ahora es el turno de nuestra segunda gran pregunta ¿para qué estamos aquí?
¿Cuál es el objetivo de estar en este mundo?  ¿Hacerse rico y famoso?  ¿Tener hijos o hacer música?
Resulta evidente que al morir, resulta inútil haber logrado ser rico.

Evidentemente este no puede ser el objetivo de nuestro paso por esta vida, pues aunque viviera en una caverna, de la manera más sencilla, el hombre se rodea de cosas que fabrica con su trabajo, ¿para qué hacemos estas cosas?; evidentemente cada una de ellas nos brinda un servicio.  Fabricamos estas cosas para que nos sirvan; trasladando esto a nuestro tema ¿nos ha creado Dios para servirlo?
De hecho, el objetivo de nuestra existencia es servir a Dios, este mensaje lo recibimos en los libros sagrados, de mano de los profetas; y donde se expresa con mayor claridad es en el Sagrado Corán, el Libro Sagrado del Islam:
“No he creado a los genios y a los hombres sino para que me adoren” (Corán 51:56).

Esto nos lleva inmediatamente a cuestionarnos otro asunto, si en su inmenso conocimiento, Dios nos creó para servirlo ¿cómo lo serviremos?  Sin dudas esta pregunta debe ser respondida por quien nos ha creado; solamente Dios puede decirnos de que manera debemos servirlo y así lograr el objetivo de nuestra vida.  ¿De qué otra manera podríamos saber cómo alcanzar el éxito en este asunto?  ¿Cómo sabríamos qué es lo que Dios espera de nosotros?

Ahora bien, Dios nos ha dado una luz así como ha dispuesto que en cierta forma las estrellas visibles en el firmamento resultaran útiles a los navegantes para orientarse.  Dios ha dotado a los animales de instintos particulares acorde a sus necesidades, algunas aves, emigran en determinadas épocas del año, y aún si el día está nublado, saben a dónde dirigirse por el reflejo de la luz solar en las nubes, las ballenas también se desplazan de manera similar sintiendo los campos magnéticos de la tierra, los salmones, regresan desde el mar abierto a los ríos para desovar, y lo hacen exactamente al mismo lugar donde nacieron, los delfines de río y otros seres son prácticamente ciegos, sin embargo, pueden ver con un sentido de sonar.  Algunos organismos marinos, como las anguilas eléctricas son capaces de generar y percibir campos eléctricos de manera tal que se pueden mover en las oscuras profundidades del océano; algunos insectos se comunican liberando ciertas sustancias químicas, de manera tan perfecta que marcan el sendero al alimento y de regreso a su hogar para sus congéneres; incluso las plantas se orientan creciendo de manera que alcancen la luz solar que requieran.  Dios ha dotado a cada ser de su creación con guía.  ¿Resultaría lógico creer que Dios no nos ha dado una guía en el aspecto más importante de nuestra existencia, nuestra raison d’etre, nuestra razón de ser.  ¿Acaso Él nos habría dejado solos, sin herramientas para alcanzar nuestra salvación?
La respuesta es, por supuesto, no, y he aquí, la revelación.

Meditemos lo siguiente: cada producto tiene sus características y reglas, a mayor complejidad del producto, mayor complejidad de caracteres y reglas; cada fabricante provee manuales para el uso correcto de sus productos.  Típicamente, estos manuales comienzan por los cuidados necesarios y las advertencias sobre el uso inapropiado del producto, pasando luego a explicar los beneficios del uso correcto y cómo corregir los posibles inconvenientes para lograr un uso adecuado.
¿Por qué sería diferente en la revelación?
La revelación nos dice que no hacer, que hacer y cómo hacerlo.  Nos muestra nuestras deficiencias y como corregirlas.  La revelación es el gran manual del hombre, que nos dice cómo lograr nuestro buen funcionamiento y alcanzar los objetivos para los que fuimos creados.

En nuestra vida cotidiana utilizamos artefactos, que si cumplen con los fines para los cuales fueron fabricados, consideramos exitosos.  Pero cuando un artefacto no cumple la función para la cual fue fabricado, lo reparamos o lo reciclamos.  En otras palabras el artefacto en cuestión es destruido, y de pronto este razonamiento se torna muy serio, ya que el artefacto en cuestión aquí somos nosotros, la creación.
Pero hagamos una pausa y consideremos cómo actuamos con los artículos que llenan nuestras vidas.  Mientras hagan lo que esperamos y deseamos que hagan, estamos contentos con ellos.  Pero cuando dejan de servirnos, generalmente nos libramos de ellos.  Algunos se devuelven a la tienda donde los adquirimos, a otros los damos en caridad, pero de una manera u otra todos terminan descartados, destruidos, enterrados o quemados.
De manera análoga, un empleado que se niega a cumplir con su trabajo, inevitablemente termina por ser despedido.
Ahora pensemos un instante en esto, en este mundo, las cosas que no cumplen su función no terminan bien.  Quien considere que los ejemplos de esta vida pueden ser transportados al campo de la religión podría pasar todo el día elaborando ideas en torno a esto.
Sin embargo, no debemos descartar este ejemplo, ¿no están el nuevo y el antiguo testamento repletos de analogías?  Y ¿no hablaba Jesús con parábolas?
Entonces, tal vez debamos tomar estos ejemplos con seriedad.
Sí, sin duda debemos tomar estos ejemplos seriamente.  Es evidente que los castigos y el tormento del fuego infernal no son asuntos que debamos tomar a la ligera.