ECONOMÍALos intereses y su papel en la economía y la vida Una visión islámica del papel de los intereses en la sociedad actual, con un estudio histórico y contemporáneo. Primera parte: Por qué los musulmanes han implementado la prohibición de los intereses en contraposición al llamado de los secularistas cristianos y judíos a su legalización. El Diccionario Inglés de Oxford define “Interés” como “dinero pagado por el uso de dinero prestado (el capital), o por abstenerse de una deuda, de acuerdo con una relación fija”. La razón real de por qué estos musulmanes no tratan con intereses es que los intereses han sido prohibidos en la religión islámica, como se detallará en breve. Al mismo tiempo, sin embargo, los musulmanes creen que la guía de Dios está basada en Su conocimiento, sabiduría y justicia. En otras palabras, Dios no prohíbe algo a los humanos sin una razón. Por lo tanto, definitivamente hay razones sólidas -algunas de las cuales podemos reconocer claramente- de por qué Dios ha prohibido esta práctica. La guía de Dios para la humanidadEl Islam enseña que Dios ha sido misericordioso al brindar a la humanidad una guía para todos los aspectos de la vida. Esta guía abarca no sólo los actos de culto, sino todo desde la economía y la ética de negocios hasta las relaciones maritales, las relaciones internacionales, la ética de la guerra, y así sucesivamente. Uno de los rasgos distintivos de los musulmanes hoy día es que ellos aún creen en esta guía de Dios, mientras que la mayoría del resto de la humanidad ha descartado o invalidado sus enseñanzas religiosas cuando se trata de asuntos “seculares”. Hay una serie de razones por las que muchos musulmanes no han seguido el mismo camino de, por ejemplo, numerosos judíos y cristianos seculares. Una de las razones más importantes es que el musulmán puede estar seguro de que la revelación que forma las bases de la religión islámica no ha sido manipulada ni distorsionada desde la época de su manifestación. En otras palabras, no ha habido interferencia humana o distorsión en la revelación. Por lo tanto, no hay necesidad de que vengan ahora humanos a corregir los errores de humanos anteriores, como afirman seculares judíos o cristianos. Segundo, muchos musulmanes creen que no existe ninguna evidencia fuerte o convincente de que algo de su religión esté fuera de contacto con la realidad o resulte impracticable en la época actual. En el Islam, por ejemplo, nunca ha existido un conflicto entre la religión y la ciencia que hubiera llevado a una ruptura de la confianza en la iglesia y a una revuelta generalizada contra la autoridad de la religión, como ocurrió en occidente. Mucha gente, incluso algunos musulmanes, han pedido muchos cambios en el Islam pero, en realidad, los argumentos que han presentado para ello han sido defectuosos y débiles, para decir lo mínimo. El caso de los intereses, tema de este artículo, puede tomarse como un ejemplo excelente de esta naturaleza. Curiosamente, aunque el Islam ha aparecido mucho en los medios últimamente, ha sido la experiencia de este autor que muchos no-musulmanes desconocen la posición del Islam frente a los intereses. Por lo tanto, el presente artículo también arroja luz sobre este tema importante un tema que no es un tópico “muerto”, medieval, sino que tiene una relevancia enorme en el mundo actual. Los textos islámicos sobre los interesesCuando uno lee los textos islámicos concernientes a los intereses, de inmediato es sacudido por el rigor de las advertencias contra cualquier participación en los mismos. El Islam prohíbe una cantidad de actos inmorales, como la fornicación, el adulterio, la homosexualidad, el consumo de alcohol y el asesinato. Pero la variedad de la discusión y la extensión de las advertencias por estos otros actos no están al mismo nivel de aquellas relacionadas con el tomar intereses. Esto llevó a Sayyid Qutb a escribir: “Ningún otro tema ha sido condenado y denunciado tan fuertemente en el Corán como la usura”. Dios también dice: En segundo lugar, los versículos dejan claro que hay una diferencia entre las transacciones comerciales legítimas y el interés. La diferencia entre ellos es tan evidente que el versículo no se molesta en explicarlos, que es uno de los aspectos estilísticos del Corán. En tercer lugar, estos versículos claramente expresan que Dios “destruye los intereses e incrementa las caridades”. Esta es una de las “leyes” de Dios que la humanidad no necesariamente descubre por sí misma. Los devastadores efectos negativos de los intereses sobre el individuo, la comunidad y el mundo entero en esta vida y en la última, sólo son conocidos por Dios. Sin embargo, un vistazo a algunos de estos efectos negativos demuestra la veracidad de este versículo, vistazo que será dado más adelante en este artículo. De hecho, tal vez subrayando el significado de este versículo, el Profeta (paz y bendiciones de Dios sean con él) dijo también: “Los intereses –aunque sean una gran cantidad– al final resultarán en una pequeña cantidad”. Indudablemente, en la otra vida, cuando el individuo se encuentre con Dios, todo lo que haya amasado a través de este medio ilegal será fuente de su propia destrucción. Poco después de los versículos anteriores, Dios dice también: Además de los versículos del Corán, el Profeta Muhammad (paz y bendiciones de Dios sean con él) también hizo muchas declaraciones relacionadas con los intereses. Por ejemplo, la siguiente afirmación demuestra claramente la gravedad de este acto: El Profeta Muhammad (paz y bendiciones de Dios sean con él) dijo también: Los intereses y la usura en la Biblia (judaísmo y cristianismo), y de acuerdo a los primeros pensadores. El Islam, por supuesto, no es la única religión que ha prohibido los intereses y los consideró una práctica despreciable. La prohibición de los intereses - al menos en cierta medida– es una ley bien conocida tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento de la Biblia. En numerosos pasajes del Antiguo Testamento se hace referencia a la “usura” o los “intereses”. (Una vez más, usura e intereses solían ser equivalentes, pero sólo con el tiempo la usura comenzó a significar una cantidad exorbitante o ilegal de intereses. Por lo tanto, como se señala más adelante, la Nueva Versión Internacional de la Biblia ha cambiado en repetidas ocasiones el término utilizado por la Reina Valera Antigua.) Hay todavía otros versículos del Antiguo Testamento que indican la prohibición del interés, pero con los que han sido presentados debería bastar. El Diccionario Bíblico de Easton ha resumido la ley mosaica sobre los intereses en el siguiente pasaje: Infortunadamente, como ocurre a menudo en cuestiones políticas, el Nuevo Testamento es algo vago en el tema de los intereses. De acuerdo a la Enciclopedia de la Religión y la Ética, “no hay preceptos directos [en relación a los intereses] que guíen la consciencia cristiana”. Sin embargo, en las enseñanzas atribuidas a Jesús en el Nuevo Testamento, hay algunos pasajes que parecen estar claramente en contra de la práctica de los intereses. En un pasaje, se afirma que Jesús dijo: En Mateo 25:14-28, hay una larga parábola en la que Dios da diferentes cantidades de monedas (llamadas “talentos”) a varios siervos. Algunos de ellos invierten el dinero y traen de vuelta más del que Dios les dio. Sin embargo, la persona a quien Dios dio sólo una moneda es descrita en el versículo 18: Comentando este pasaje, la Biblia de Estudio de Ginebra afirma: Con base en el Antiguo y el Nuevo Testamento, los primeros Concilios de la Iglesia no permitieron los intereses. Eventualmente, a todos los cristianos se les prohibió recurrir a los intereses, y no sólo al clero. Padres de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino, se refirieron a los intereses con cierto detalle. “En el Decreto de Graciano, así como después en el Tercer Concilio de Letrán (1179), un canon ordenó que ‘los usureros manifiestos no podrán ser admitidos en la comunión ni, si mueren en su pecado, recibir cristiana sepultura’”. El Cuarto Concilio de Letrán de 1215 condenó la práctica pero la permitió a los judíos. Los católicos se mantuvieron firmes en contra de los intereses hasta el siglo XIX. Martín Lutero, el líder Protestante del siglo XVI, también condenó la usura, pero se alega que la permitió en un momento de debilidad humana. Calvino, más que ningún otro, fue el que inició una visión más suave respecto a los intereses entre los líderes cristianos. Poco a poco la legislación civil se liberó del Derecho Canónico y los intereses comenzaron a ser institucionalizados con el tiempo. No fueron sólo los pensadores judeocristianos los que condenaron los intereses. De hecho, los filósofos griegos tuvieron también una visión negativa de los intereses. Aristóteles y otros líderes eruditos griegos condenaron los intereses. El famoso economista austríaco Eugen von Böhm von Bawerk (conocido también como Boehm-Bawerk), escribió en su importante obra Capital e Intereses: Inicialmente, el Imperio Romano prohibió también el cobro de intereses. Con el surgimiento de las clases de comerciantes, esta prohibición fue disminuida un poco, pero todavía se mantenían restricciones severas sobre los préstamos con intereses, así como leyes para proteger a los deudores. Cómo algo tan despreciado como los intereses pudo ser justificado e incluso institucionalizado como una norma. Con el tiempo, se consideró que la prohibición de los intereses no era más que un dogma religioso que debía ser eliminado. No podía permitirse más que la religión manejara la economía. Este fue el sentimiento expresado por el famoso historiador económico Richard Tawney cuando declaró: “Todo el esquema del pensamiento medieval intentó tratar los asuntos económicos como parte de una jerarquía de valores que abarcaba todos los intereses y actividades, de los cuales el vértice era la religión”. Al mismo tiempo, sin embargo, parece que el cambio de actitud que tuvo lugar no se basó en razones puramente económicas. Lawrence Dennis declaró: Contrariamente a las ideas actuales, los préstamos no se desarrollaron originalmente como una forma de financiamiento comercial. Los venecianos, holandeses, hanseáticos, británicos y otros comerciantes, hasta el siglo XVII financiaron sus operaciones con aportes de capital de los socios. Dennis afirma además: Las racionalizaciones a las que se refiere Dennis se pueden ver en una serie de comentarios sobre la Biblia. A pesar de que los textos del Antiguo Testamento son muy claros en su condena de los intereses, esto no impidió que los eruditos más tarde ignoraran o distorsionaran visiblemente esta prohibición. Por ejemplo, el Comentario Conciso de Henry a Levítico 25:37 declara: Esta explicación es refutable en su propia cara, ya que los intereses nunca han tenido que ver con que el prestamista comparta el beneficio con el prestatario. Si ese fuera el caso, muchos de los males de los intereses serían eliminados. Del mismo modo, en el comentario de Jameison-Fausset-Brown se afirma: ¿Cómo puede este acto pasar de ser condenado severamente a no ser aplicable a la “práctica moderna de los hombres de negocios”? No se ofrece lógica o evidencia para semejante salto. Igualmente, en su comentario de Deuteronomio 23:19-20, el comentario de Jameison-Fausset-Brown afirma: De nuevo, no se brinda evidencia para esta proposición (sin embargo, parece haber la actitud de que los textos sagrados no son capaces de expresarse a sí mismos adecuadamente). De hecho, incluso un economista famoso estaba dispuesto a proporcionar comentarios bíblicos. Paul Samuelson escribió en su texto clásico sobre economía: “Las expresiones bíblicas en contra del interés y la usura se refieren claramente a los préstamos concedidos para el consumo y no con fines de inversión”. Las diversas formas en que los pensadores del pasado han tratado de conjurar explicaciones para la existencia de los intereses. La mera plétora de opiniones que intentan explicar la existencia de los intereses y justificar su pago –acompañada por las críticas creíbles de todos esos notables y respetados economistas– debería ser una señal para todos de que algo no está bien. En la historia del pensamiento económico, se pueden encontrar las siguientes teorías que justifican los intereses (entre otras): (2) Las Teorías de Abstinencia: Este tipo de teorías aparecen de vez en cuando. Los economistas descubrieron que la “abstinencia” no es una buena palabra a utilizar y a menudo utilizan otros términos, como “espera” (al estilo de Marshall). El interés es, en esencia, el salario que uno recibe por “esperar” o “abstenerse” del consumo inmediato. Esta teoría falla porque parece pensar que el ahorro es la única función del interés, lo que se ha comprobado como falso. (3) Teoría de la Productividad: Los proponentes de esta teoría ven a la productividad como algo inherente al capital y, por lo tanto, a los intereses, como un simple pago por tal productividad. La teoría, tal como la presentó Say, asume que el capital produce plusvalía; pero, de nuevo, no hay prueba alguna que respalde tal afirmación. Lo máximo que se puede pretender es que cierto valor ha sido creado, que es un pago al capital, pero no se puede demostrar que el valor exceso o superávit ha sido creado, que es la esencia de su declaración de que el interés está justificado. Por supuesto, estas teorías también ignoran por completo los factores monetarios en el análisis de los intereses. (4) Teorías del Uso: “Boehm rechazó la validez de la hipótesis de que al lado de cada bien de capital había un ‘uso’ del mismo, que era un bien económico independiente con un valor independiente. Él destacó asimismo que ‘en primer lugar, simplemente no hay tal cosa como un uso independiente del capital’ y, consecuentemente, éste no puede tener un valor independiente, ni su participación puede generar un ‘fenómeno de exceso de valor’. Asumir tal uso es crear una ficción injustificable que contraviene todos los hechos”. (5) Teorías de Remuneración: Este grupo de economistas considera que los intereses son la remuneración de una “labor realizada” por el capitalista. Aunque apoyada por economistas ingleses, franceses y alemanes, tal vez este punto de vista no necesite comentarios. (6) Teorías Eclécticas (combinación de teorías tempranas, como las de Productividad y de Abstinencia): Afzal-ur-Rahman escribe: (7) Teoría Moderna de la Fructificación: Henry George desarrolló esta teoría, pero nunca tuvo el peso suficiente para hallar muchos, o siquiera algunos, seguidores. (8) Teoría Modificada de la Abstinencia: Otra teoría única, propuesta por Schellwien; nunca tuvo mucho impacto. (9) Teoría Austríaca (El Agio o Teoría de la Preferencia Temporal): Esta es la visión que Boehm-Bawerk respaldó. De acuerdo con esta teoría, los intereses surgen “a partir de una diferencia de valor entre los bienes presentes y los futuros”. Cassel ha criticado esta teoría en detalle. No es más que una sofisticación de la teoría de “espera”. (10)Teorías Monetarias (Teoría de los Fondos para Préstamos, Teoría de Preferencia por la Liquidez, Teoría de Existencias y Flujos, Concepto de Patrimonio de Preferencia): Más recientemente, los economistas han tratado de introducir y enfatizar la influencia de los factores monetarios en el tema de los intereses. En realidad, sin embargo, el énfasis aquí comienza a pasar de por qué se pagan intereses a qué determina la tasa de interés vigente. “De acuerdo con Robertson, los intereses en la teoría de preferencia por la liquidez se reducen a nada más que una prima de riesgo de las fluctuaciones sobre las que no estamos seguros. Esto deja a los intereses suspendidos en un vacío, por decirlo así, existen intereses porque hay intereses”. Críticas similares se han hecho a otras visiones en esta familia de teorías. (11)Teoría de la Explotación: Incidentalmente, los economistas socialistas han considerado siempre a los intereses como explotación. Cabe recordar que los “padres fundadores” de la teoría capitalista, Adam Smith y Ricardo, creían que la fuente de todo valor no es más que el trabajo. Si esto es cierto, entonces todos los pagos deben hacerse sobre el trabajo y los intereses son una forma de explotación. En un par de sitios, Afzal-ur-Rahman ha proporcionado conclusiones excelentes respecto a estas diferentes teorías de los intereses. Él afirma: Pero no brindan ninguna justificación al fenómeno de los intereses. Aún si el capital tiene derecho a una compensación apropiada como recompensa por su contribución a la creación de riqueza, “éste sólo puede sacar su parte del aumento de la riqueza nacional en proporción a su contribución a tal aumento. No se puede permitir que salga corriendo con su pedazo de pastel, establecido de antemano y sin relación alguna con las realidades de la producción”. De acuerdo con Boehm-Bawerk, el estudio de todas estas teorías “revela el desarrollo de tres conceptos básicos esencialmente divergentes del problema de los intereses”. Un grupo, los representantes de la teoría de la productividad, trata el problema de los intereses como un problema de producción. Los exponentes socialistas de las teorías de la explotación tratan el problema de los intereses como un mero problema de distribución, mientras que el tercer grupo, los que apoyan las teorías monetarias, buscan en la teoría de los intereses el problema del valor. No hay duda de que todos estos teóricos, habiendo sido confundidos por la magnanimidad y la omnipresencia del fenómeno de los intereses, han evitado el tema principal de por qué se pagan intereses. En efecto, ellos han invertido todas sus energías en resolver el problema de la espera o abstinencia o productividad o “valor del trabajo” o “determinación del valor”, y no han dicho nada respecto al origen o la justificación de la institución de los intereses. Las diferentes formas en las que los intereses han perjudicado a la sociedad. Los males de los interesesLos economistas pueden intentar proponer numerosas justificaciones para el pago de intereses, pero la prueba verdadera está en el estudio de los efectos que tienen los intereses. Es importante señalar que cuando algo está prohibido por Dios, esto no significa que no haya absolutamente nada benéfico en el asunto o práctica prohibidos. De hecho, uno puede ser capaz de hallar algo beneficioso aún en las cosas prohibidas. Por ejemplo, dice Dios en el Corán con respecto al alcohol: Por lo tanto, el punto esencial no es si hay algún beneficio en algo, sino si es más perjudicial que benéfico. De modo que los economistas pueden ser capaces de hallar un atisbo de justificación para el pago de intereses, pero esto definitivamente no es mayor que los daños que, se puede demostrar, causan los intereses, como se discutirá en esta sección. Primero, los intereses conllevan a una distribución inequitativa del ingreso. Esto puede verse fácilmente tomando un ejemplo de tres personas. Supongamos que hay tres personas que consumen todo su ingreso en un año dado, y que uno de ellos comienza con $1.000 en ahorros, el segundo con $100 y el tercero con cero. Al 10% anual, al finalizar el año la primera persona tendrá $1.100, la segunda $110 y la tercera cero en sus cuentas. Si se mantiene la misma situación al año siguiente, la primera persona tendrá $1.210, la segunda $121 y la tercera tendrá cero. Podemos ver cómo la distribución crece entre ellos cada año, aún entre el que tiene algunos ahorros en su cuenta. Este escenario se agrava si la persona más rica también está en capacidad de aumentar sus ahorros. Supongamos que el más rico agrega mil al finalizar cada año tendrá $1.100 al final del primer año, agregará $1.000 y continuará con su 10% de intereses, así que tendrá $2.310 al final del segundo año, y así sucesivamente. Ahora, una cosa es si este dinero en realidad fue pagado en razón de algún factor positivo de producción, pero uno realmente no puede argumentar tal cosa en este caso. El dinero que la gente está haciendo a través de los intereses puede haber sido desperdiciado, perdido o incluso robado por la gente que lo pidió prestado, pero aun así uno debe pagar los intereses. Puede haber sido invertido en un proyecto que arroja sólo pérdidas y que, por tanto, no produce nada. Pero nada de eso importa, debe pagarse sin importar si ese “factor de producción” produce algo o no. Este es apenas uno de los aspectos particulares del dinero y los pagos por dinero. Nadie puede discutir que esto es justo y que por lo tanto sus resultados son una distribución inequitativa del dinero. Por otra parte, la distribución del ingreso se hace más y más desigual con el tiempo. Uno puede imaginar a algunas personas manejando millones mientras otras manejan cientos o miles. La disparidad en sus ingresos por intereses, en efecto, será grande y creciente cada año. En otras palabras, como escuchamos a menudo, esto lleva a una situación en la que los ricos cada vez son más ricos y los pobres se mantienen relativamente más pobres. Tengamos en cuenta que los deudores, que pagan intereses que crecen cada año, no han sido agregados a la ecuación. En su caso, en la medida en que los intereses continúan creciendo, su ingreso total es cada vez más consumido por los intereses, exacerbando aún más la distribución desigual del ingreso. Alguien podría preguntar si acaso una distribución inequitativa del ingreso debe considerarse un problema importante. Además de los efectos psicológicos sobre los pobres, especialmente si tenemos en cuenta los medios masivos que resaltan la buena vida y la necesidad de consumir, hay efectos muy importantes en el mercado en conjunto. En una economía de mercado, la producción se orientará hacia aquellos que tienen el dinero para pagar por lo que se produce, independientemente de lo necesarios que puedan ser otros bienes para la sociedad. Si los ricos desean, demandan y están dispuestos a pagar mucho dinero por grandes camionetas todoterrenos y vehículos que consumen mucha gasolina, éstos serán producidos (independientemente de lo mucho que los ecologistas puedan quejarse). Como la distribución se hace más y más desigual, más y más recursos serán destinados a satisfacer las demandas de las clases más ricas. Dado que los recursos son algo “fijo”, esto significa que menos y menos será dedicado a satisfacer las necesidades de las clases más pobres. Por otro lado, la menor cantidad de recursos dedicada a los bienes que consumen los pobres, reduce su oferta y eleva los precios de tales bienes, lo que perjudica aún más la situación económica general de la gente pobre. Por ejemplo, uno puede encontrar numerosas clínicas médicas que atienden a los ricos (aquellos que pueden pagar los tratamientos de este tipo), aunque estén lejos de ser necesarias, como muchos lugares de cirugía estética y cosas similares. Al mismo tiempo, vemos que son muy difíciles de encontrar clínicas que atiendan a los pobres y satisfagan sus necesidades básicas. Si pudieran pagar más por esos servicios esenciales, en una economía manejada por el mercado, uno definitivamente encontraría más clínicas de este tipo, más recursos dedicados a estas necesidades, y precios menores en el largo plazo para aquello que ellos necesitan. (Además, esta distribución desigual también tiene fuertes implicaciones para la salud de una democracia; sin embargo, esa discusión está más allá del alcance de este artículo.) Adicionalmente, la carga de intereses sobre los pobres que caen en deudas los pone en una situación en la que no pueden avanzar social o económicamente, lo que aumenta la brecha entre ricos y pobres. La deuda, en sí misma, es una situación difícil para cualquier persona. Sin embargo, son los pagos de intereses los que convierten la deuda en un blanco en movimiento, muchas veces algo que la persona sencillamente no puede seguir. De nuevo, es un falso factor de producción, pero funciona para permitir que los ricos se hagan más ricos, mientras pone un gran peso en aquellos que caen en deudas. Quizás todos los lectores estén familiarizados con lo muy endeudada que se encuentra la sociedad de los Estados Unidos, el país más rico del mundo. Esto ha afectado no sólo a las clases más bajas sino a muchas de las clases medias. Algunas personas afligidas no se dan cuenta de que si hacen sólo los pagos mínimos de las cuentas de sus tarjetas de crédito, por ejemplo, jamás lograrán limpiar su balance. Pero, por supuesto, son los más pobres los más afectados. De hecho, el sistema está ensañado contra ellos, ya que el pobre es la persona con la peor calificación crediticia y será obligado a pagar las mayores tasas de intereses. El libro de Mirza Shahjahan Ingreso, Deuda y la Búsqueda de la América Rica: La Historia Económica de las Ciudades Estadounidenses Medianas y Pequeñas es un estudio de cómo la deuda y su correspondiente carga de intereses han afectado a gran parte de la “clase media estadounidense”. La difícil situación de los pequeños agricultores obligados a pedir préstamos debido a la caída de los precios de su producción ha sido bien documentada. Muchos de ellos han empeñado sus preciosos bienes o perdido sus fincas que habían estado en sus familias por generaciones, simplemente debido a los pagos de los intereses, cuyo ritmo no podían seguir. Shahjahan encontró que algunos de los pobres pagan más del 15% de su ingreso anual sólo en pagos de intereses (con la mayoría de los pobres pagando entre el 8% y el 12%) –sin mencionar la carga de llamadas y amenazas de los acreedores que los pobres reciben a menudo–. En sus conclusiones, Shahjahan afirma: Los pagos de intereses de algunos hogares, exceden su ingreso en un 15%. Este costo de interés elevado ha sido fuente de una importante erosión de los ingresos de los hogares. Estos hogares se encuentran atrapados en una situación de servidumbre económica en la que las rutas de escape más obvias están obstruidas por las fuerzas institucionales. La adquisición de habilidades o la educación superior podrían ser la llave que abriera oportunidades reales para ellos, pero la educación superior es costosa y está más allá del alcance de la mayoría de los hogares en esas ciudades. Tales hogares no tienen oportunidades de sobresalir y encuentran que han sido pasados por alto para las posiciones que anhelan. Esta es la naturaleza de la difícil situación de las familias de la clase trabajadora en las ciudades pequeñas y medianas de los Estados Unidos. A nivel internacional, la situación es mucho más devastadora y peligrosa. No hay duda de que cuando se mira desde una perspectiva internacional, los intereses matan a la gente. La servidumbre a la deuda de los países menos desarrollados hoy día es tan grande que éstos se ven obligados a sacrificar necesidades esenciales en salud y alimentación. Resulta mortificante pensar que un número incalculable de niños mueren a diario en países subdesarrollados debido a la “herramienta” del capitalismo moderno: los intereses. Algunos gobiernos africanos son forzados a gastar más en pagar la deuda que lo que gastan en salud o educación. Ken Livingston, Alcalde de Londres, afirmó que el capitalismo global mata a más gente anualmente que los que murieron a manos de Adolf Hitler. Culpó al FMI y al Banco Mundial por la muerte de millones de personas debido a su negativa a facilitar la carga de la deuda. Susan George declaró que cada año desde 1981, entre 15 y 20 millones de personas mueren innecesariamente debido a la carga de la deuda, “porque los gobiernos del Tercer Mundo han tenido que reducir el agua potable y los programas de salud para cumplir con sus pagos”. El enfoque del Banco hacia sus deudores no es tan crudo. En lugar de enviar a los Marines, ofrece consejos sobre cómo los países deben manejar sus finanzas, hacer sus leyes, proveer servicios a sus pueblos, y manejarse a sí mismos en el mercado internacional. Sus poderes de persuasión son grandes, debido a la convicción universal de que si el Banco decide aislar a un prestatario, todos los demás poderes importantes nacionales e internacionales seguirán esa misma línea. Por lo tanto, debido al exceso de préstamos –nacido de una inconsistencia subyacente en su misión– el Banco ha agregado a su propio poder, a la vez que ha empobrecido a sus prestatarios. El ahora famoso libro de John Perkins, Confesiones de un Sicario Económico, detalla las intrigas económicas contemporáneas. Al describir su trabajo de evaluación de proyectos, escribió: La situación actual de la deuda, con el papel principal que los intereses están jugando en ella, es potencialmente muy devastador para el mundo entero. En Tendencias Globales 2015, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) reconoció: Noreena Hertz tiene un capítulo excelente en su libro La Amenaza de la Deuda: Cómo la deuda está destruyendo el mundo en desarrollo… y nos amenaza a todos, en el que delinea muchos de los peligros que la deuda masiva –y de nuevo, que no sería tan masiva sin el aspecto siempre creciente de los intereses– representa para el mundo actual. Ella detalla los peligros del extremismo, terrorismo, el agotamiento de los recursos naturales mundiales, y más. Para citar sólo un aspecto, ella escribe: En realidad, aún hay más perjuicios relacionados con los interese que podrían ser discutidos, pero lo anterior debería ser suficiente para los propósitos de este artículo. Una solución islámica al modelo de intereses, y cómo la economía puede seguir creciendo sin ellos. La solución islámicaLa solución islámica al tema de los intereses se basa en dos principios básicos: (2) Si una persona desea utilizar su dinero para hacer más dinero, entonces debe estar dispuesto a poner su dinero en riesgo. En otras palabras, no puede garantizar por sí mismo un rendimiento fijo (cuya cantidad crece con el tiempo) que sea independiente del resultado de la inversión en la que su dinero es utilizado. Si la persona pone su dinero en riesgo, merece tener parte en las ganancias. Sin embargo, esto también significa que acepta perder si se producen pérdidas. Este es un sistema que está basado en la justicia. Cuenta también con numerosos beneficios. Quien invierte se preocupa por los resultados de su inversión, y no puede exigir su “pedazo de pastel” independientemente de lo que pueda ocurrir con el deudor. ConclusionesEn su mayor parte, la “civilización moderna” ha decidido dar la espalda a la Guía Divina (principalmente debido a la experiencia en Occidente con el cristianismo) y ha tratado de construir sus propios sistemas económicos y políticos, leyes internacionales y demás. Al hacerlo, sin embargo, han debido admitir que están intentando algo que está más allá de sus capacidades. Las ciencias sociales son muy distintas de las ciencias físicas. No hay laboratorios en los que los humanos puedan ser ingresados para determinar cuáles pueden ser los mejores resultados bajo diferentes escenarios (e incluso se tendría que asumir que los humanos siempre reaccionan de la misma manera bajo las mismas circunstancias). En el ámbito de la economía, la primera cosa que viene a la mente es el colapso de las teorías del socialismo y del comunismo. Uno debe, sin embargo, echar también un vistazo más cercano al capitalismo y qué tan lejos está su realidad de lo que se supone debe ser. Los primeros teóricos capitalistas visionaron una teoría que daría lugar al “mejor de todos los mundos posibles”. Sin embargo, sus teorías estaban basadas en supuestos que nunca fueron y jamás serán cumplidos. Ellos asumieron la competencia perfecta, el conocimiento perfecto, el comercio libre, y así sucesivamente. Una vez que estas hipótesis no se cumplen, como inevitablemente ocurrió, no conducen al “mejor de los mundos posibles”. En su lugar, llevan fácilmente a un mundo de explotación, en el que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Una de las fuerzas que subyacen en este sistema es la institucionalización de los intereses. Dios ha bendecido a los seres humanos con la guía del Corán, un libro que ha sido minuciosamente preservado desde su revelación. Este Libro contiene la guía que la humanidad necesita para llevar una vida exitosa en este mundo y en el más allá. Por lo tanto, no es de extrañar que este Libro prohíba y condene absolutamente los intereses en la forma más radical. |