CONTRIBUCIÓN ISLÁMICA A LA CIVILIZACIÓN

INTRODUCCIÓN

"El mundo está sostenido por cuatro pilares:
el conocimiento de los doctos, la justicia de los mejores, las oraciones de los virtuosos y el valor de los valientes".
Esta inscripción se encontraba sobre la entrada de Las universidades españolas en la época musulmana. Se observará que la sabiduría viene en primer lugar, lo cual no es sorprendente cuando uno recuerda que el Islam elogia la sabiduría en numerosas aleyas del Corán, manifestando a través de los labios de su profeta que "la tinta del hombre erudito es más preciada que la sangre del mártir y que afirma a los creyentes a buscar la sabiduría aunque tengan que ir hasta China para encontrarla".
Durante varios siglos los musulmanes fueron fíeles a este principio de su religión, Según Philip K. Hitti, ningún otro pueblo ha contribuido tanto al progreso humano como le hicieron los árabes durante toda la primera parte de la Edad Media, si consideramos el término "árabe" en el sentido de todos aquellos cuya lengua materna fue el árabe y no solamente los que vivían en la Península Árabe.
Durante siglos el árabe fue el idioma del saber, de la cultura y del progreso intelectual para todo el mundo civilizado, con la excepción del Extremo Oriente. Desde el siglo IX hasta el siglo XII hubo más trabajos filosóficos, módicos, históricos, religiosos, astronómicos y geográficos escritos en árabe que en cualquier otro Idioma.

Sin embargo, para obtener una visión exacta de la civilización musulmana, hay que tener en cuenta que esta civilización no fue creada solamente por los árabes. Era, y sigue siendo, el trabajo de gentes de razas e idiomas muy diferentes unidos bajo el Islam en una comunidad espiritual y supranacional. No es difícil distinguir en la civilización islámica la contribución de cada una de esas gentes al conjunto total. Pero el factor básico, la verdadera esencia de esta civilización, sigue siendo el Islam.
La unidad espiritual se debe al Islam, a su monoteísmo absoluto y firme, del que se derivan las reglas de la vida privada y pública del creyente y las leyes para gobernar la ciudad musulmana.
También se debe en una gran parte a la belleza de la lengua árabe.
Los pensadores griegos afirmaban que, tal y como dijo Sócrates, "no es el nacimiento sino la educación lo que hace al Heleno".
Cuando hablamos del musulmán creado en el seno del Islam, no se puede subrayar lo suficientemente el papel formativo desempeñado por el árabe, esa lengua fascinante, con toda su maravillosa sutileza y su poder evocativo que, durante cientos de años como el latín en la cristiandad durante La Edad Media, no fue solamente el Idioma de la cultura sino también el "de todos los países islámicos".

Como Idioma sagrado, el árabe ha dejado una profunda huella sobre la mayoría de los Idiomas de la comunidad musulmana y su predominio durante los siglos en que la civilización  islámica  alcanzó  su máximo esplendor fue tal que Philip K, Hitti tiene razón al decir que: "en el Imperio islámico, cada hombre que profesó la fe musulmana y habló el árabe, era considerado como un árabe”.
En cuanto al papel desempeñado por los árabes en la civilización musulmana, hay que destacar que fue Inmenso. Nadie puede negarles la gloria de haber fundado y llevado esta cultura a su más alto esplendor. En efecto, la civilización alcanzó su punto máximo durante los magníficos reinados de Harun ar-Rashid y Al Mamun, a mediados del siglo XI.
España debe a los árabes su prodigioso progreso cultural de los siglos IX al XII, cuando las Universidades musulmanas de Andalucía eran los centros de atracción de la élite Intelectual de todo el Occidente. Fueron los árabes   quienes   llevaron la civilización musulmana desde España a Septimania y de Marruecos a Sicilia e Italia meridional.
Pero, una vez hechos los debidos elogios a los árabes, sería ir en ceñirá de la verdad histórica y además injusto, no reconocer plenamente la extraordinaria contribución de Asia Central, Irán, Turquía y el Imperio Mongol de la India, a esta Civilización.
Es imposible olvidar lo que debe la civilización musulmana a la época selyúcida, a los monumentos artísticos que todavía hoy día se puedan ver en Konya y al renacimiento de Timurid, en Asia Central, en el siglo XV, cuando las ciudades de Samarkanda, Bukhara y Hevat, fueron famosos centros del saber y de las letras.

Es igualmente Imposible olvidar su deuda con los principados persas de los Sasánidas, los Buyidas, así como con la importante dinastía de los Sejevidas (1.500 a 1.722), que vinieron de Persia y que durante dos siglos revivieron el esplendor de la época de los Sasánidas, Fueron dos siglos que A. Gayot considera como "La Edad de oro en la que el arte persa alcanzó la expresión propia perfecta… la culminación, ese milagro de belleza, equilibrio y delicadeza (el florido final de una exhibición de juegos artificiales)".
Sería Igualmente injusto Ignorar, como frecuentemente hacen muchos orientalistas, la importante contribución de los turcos otomanos.
El Imperio Otomano no sólo mantuvo durante varios siglos el poder del restablecido Imperio Islámico, sino que también representó en el siglo XVI a uno de los países más civilizados del mundo.
El monarca más poderoso en el mundo de aquella época, Soleimán el magnífico, fue también un distinguido poeta y un generoso mecenas de la literatura y de las artes. “Muchos testimonios del alto nivel cultural del Imperio Otomano durante su reinado se encuentran en el desarrollo de las ciencias y el derecho, en el florecimiento de obras literarias en árabe, persa y turco, en monumentos contemporáneos en Estambul, Bursa y Edirne, en el auge de los avances industriales, en la vida suntuosa de la corte de los altos dignatarios, y, por último, pero no de menor importancia, en su tolerancia religiosa. Varias influencias, principalmente, la turca, bizantina italiana, se entremezclan y ayudan a que destaque la época más brillante de los otomanos" (Marcel Clerget: La Turquía, passé el presente, París 1.938).

Para hacernos una idea de la gran estima que tenían sus contemporáneos por las instituciones otomanas, sólo tenemos que recordar el hecho de que el rey de Inglaterra, Enrique VIII, envió una misión a Turquía con el propósito de estudiar la justicia otomana antes de revisar el sistema judicial Inglés.
Finalmente, no se puede olvidar que al mismo tiempo el Imperio Mogol de la India estaba dando al mundo el Taj Mahal, cuya belleza arquitectónica nunca ha sido superada, y el Akbar Nameh, de Abul Fazi: "Esta extraordinaria Obra, dice Carra de Vaux, llena de vida, ideas y sabiduría, en donde todos los aspectos de la vida son examinados, catalogados y clasificado y donde el progreso continuamente deslumbra los ojos, es un documento del cual la civilización oriental puede estar con razón orgullosa Los hombres, cuyo talento se encuentra expresado en este libro, se adelantaron a su época en el arte práctico de gobernar y quizás fueron también unos adelantados en sus especulaciones sobre la filosofía religiosa.
Esos poetas y filósofos, saben cómo enfrentarse con el mundo material observan, clasifican, calculan y experimentan. Todas las ideas que se les ocurren están demostradas con hechos. Las expresan con elocuencia, pero también las apoyan con estadísticas". Y Carra de Vaux termina elogiando los principios de tolerancia, justicia y humanidad que predominaron en el largo reinado de Akbar.

LOS ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN MUSULMANA

Cuando apareció el islam en el mundo, a mediados del siglo VII, La civilización grecolatina ya estaba en decadencia. Bizancio, abocado a continuar la tradición de Atenas y Roma, había fracasado en su misión.
No solamente fue incapaz de preservar los tesoros culturales que habían pasado a su custodia, sino que esta “segunda Roma" fue responsable de la destrucción de un gran número de obras científicas y monumentos artísticos transmitidos a ella  desde  la antigüedad.
Los ignorantes emperadores basileos incitados por el Fanatismo de los partidarios ortodoxos de Bizancio, procuraron destruir los vestigios de una civilización considerada como pagana. El emperador Teodosio II adquirió su mala fama por la destrucción que hizo a gran escala en el norte de África. Fue bajo sus órdenes, y no bajo las del Califa Omar, a quien una falsa leyenda atribuyo el hecho, que fue destruida la famosa biblioteca de Alejandría. En el año 489, el emperador Zenon cerró la famosa escuela de Edessa, que desde el siglo II había sido un centro de difusión de la lengua siria y la sabiduría griega por todo el Oriente. Justiniano empañó también su reputación al cerrar la famosa Escuela Platónica de Atenas así como las Escuelas de Alejandría.
Los monjes nestorianos de Edessa y Nisibia y los filósofos atenienses y alejandrinos, perseguidos por la iglesia Ortodoxa y las autoridades bizantinas, se refugiaron en Persia. Allí, en absoluta libertad bajo la protección toleranle de los sasánidas, pudieron seguir traduciendo las Sagradas Escrituras a los Padres de la iglesia y Las obras filosóficas y científicas de la antigua Grecia.
Fue gracias al laborioso trabajo de estos doctos refugiados, que los árabes, cuando conquistaron Siria y Persia, encontraron una parte importante  del patrimonio intelectual de Grecia.

Los árabes con su innata curiosidad Quedaron profundamente impresionados por ese mundo de nuevas ideas y conocimientos que les revelaba este saber antiguo. Los conquistadores comenzaron a estudiar con avidez las artes y las ciencias de sus recién conquistados súbditos. Hicieron traducciones al árabe de las versiones orientales de los autores griegos y más tarde de aquellas obras, originales que todavía no habían sido traducidas al sirio o al caldeo.

EL DESARROLLO DE LA CIVILIZACIÓN MUSULMANA

Son los califas omeyas de Oriente. Con quienes los historiadores musulmanes son con frecuencia injustos, los que tienen el mérito de ser los primeros en promover el desarrollo de la civilización musulmana. Los soberanos de esta dinastía no vacilaron en explotar cualquier tipo de talento que poseyeran sus súbditos, sin importarles su raza o religión.
Así fue como varios doctos, poetas y administradores, tanto cristianos como judíos, se encontraron muy próximos a los califas omeyas. Gracias a esta colaboración de elementos de diferentes razas y religiones en el Imperio, la literatura y las artes disfrutaron de un magnífico periodo de crecimiento en aquella época.
Los grandes poetas satíricos, Djarir, Farazdak y Al-Akhtal este último cristiano, adornaron la corte de Abdul Malik. Este califa, un mecenas, fue un gran aficionado a la arquitectura y a la poeta, siendo él mismo un poeta, y ordenó la construcción de la Mezquita de Omar, en Jerusalén.
Del brillante reinado de su hijo y sucesor, Al-Walid, que extendió el Imperio Islámico hasta la India, por el Este, y hasta Marruecos, por el Oeste, proceden esas obras maestras del arte musulmán: la gran mezquita Omeya de Damasco y la Mezquita de Medina.

LA EDAD DE ORO DE LA CIVILIZACIÓN MUSULMANA

Sin embargo, el reinado de los omeyas sirios fue solamente una etapa de crecimiento, maduración y apertura. La época más brillante de la civilización musulmana fue, sin duda alguna, la de los califas Abásidas de Bagdad (750-1.528) y la de los omeyas españoles (755-1.492). "En una época en la que el resto de Europa estaba sumergida en el barbarismo más oscuro comenta Gustave Le Bon, Bagdad y Córdoba, las dos grandes ciudades donde el Islam Imperaba, fueron los centros de civilización que iluminaron todo el mundo con su brillante esplendor".
"Durante quinientos años, escribe Jacques C. Riesler, el islam dominó al mundo con su poder, su sabiduría y superior civilización. Heredero del tesoro científico y filosófico de los griegos, el Islam transmitió este tesoro, después de enriquecerlo, a Europa Occidental. Así, pudo ampliar el horizonte intelectual de la Edad Media y dejó una huella profunda sobre la vida y el pensamiento europeo".
La fundación en el año 830 del Bayt al-Hikma (Casa del Saber) en Bagdad, por el Califa Al-Mamun   (813-833), fue uno de los acontecimientos más destacados de la Edad Media, No se puede valorar la importancia del papel desempeñado por esta institución, una combinación de Academia, Biblioteca y Centro de Traducción, en la transmisión del legado de las antiguas civilizaciones al mundo Occidental.

Este importante centro, formado por eruditos cristianos, judíos y árabes, se ocupó principalmente del "saber extranjero”: ciencia y filosofía griegas, las obras de Galeno Hipócrates, Platón, Aristóteles y de comentaristas como Alejandro de Afrodis, Themistenes, Juan Filoponos, etc.
"Era, en cierto modo, una invasión Intelectual que culminaba en una especie de embriaguez científica y literaria entre doctos” (Louis Gardet: El Mediterráneo: un diálogo de culturas. Estudios Mediterráneos, 1.957).